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La biblioteca de la vida
Juan Antonio Villalba Velásquez
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Porfirio está sentado en la sala de su casa. De repente, ve una luz brillante que entra por la ventana y se posa en su pecho; de inmediato, comienza a visualizar un profundo túnel. Siente como es absorbido por una enorme fuerza hacia las insondables entrañas de lo desconocido... Al cabo de unos segundos, emerge una segadora claridad que invade todo el espacio, Porfirio es liberado y cae sobre un brillante piso de mármol. Entonces, ve unos estantes llenos de libros. Se pone en píe y agitado exclama: J.A.V.V.
—¡No puede ser!...: ¿será, lo que estoy pensando qué es?
—¿Y qué estas pensando? —Porfirio escucha la voz de una anciana que, con lentos y cortos pasos, se acerca a él. Ella continúa diciendo:
—¡Bienvenido!... Dime, ¿a dónde crees que has llegado?...
—Bueno..., yo pienso que esta es la biblioteca de la vida.
—Ja, ja, ja... ¿Y qué te hace pensar eso?
Porfirio comienza a caminar por un ancho pasillo: a lado y lado se levantan estantes repletos de libros, pequeños letreros enmarcan secciones que corresponden a los temas tratados en los escritos. Rápidamente ojea las solapas de los libros y lee algunos títulos: “¡Cómo conquistar a la mujer más hermosa!”, “¡Cómo ser un millonario!”, “¡Grandes tesoros perdidos!”, “¡La clave del éxito!”, etc. Y responde:
—En estas publicaciones están contenidas las fórmulas del éxito y la riqueza.
El problema es que me demoraría cien vidas leyendo... ¿De qué me sirve tener tanta información, si no dispongo del tiempo para conocerla y aplicarla?
—¿Nos equivocamos al traerte?... Nuestra intensión era ayudarte no confundirte. Bueno, te devolveremos a tu casa. —la mujer habla con determinación.
—¡No, no por favor!... Denme una oportunidad, yo la aprovecharé lo mejor posible.
—¿Y cómo lo harás?...
—Primero, leeré sobre la riqueza. Es la base de todo..., con el dinero podré conseguir lo que quiera.
Un fuerte estruendo se escucha, y la mayoría de los estantes se ocultan bajo el piso de mármol: solo quedan en píe tres de ellos.
—Mi querido Porfirio, ahí tienes los libros especializados en incrementar la fortuna material. Espero que su lectura te sea de gran provecho. —La anciana desaparece.
Porfirio frota su frente con su mano derecha: no sabe por dónde empezar.
—¿Ahora qué hago?... —Cierra sus ojos y piensa:
—¡Yo puedo..., yo sé que puedo!... Tengo que escoger los títulos más atrayentes y listo; así reduzco el número de opciones.
Porfirio repasa de arriba a abajo cada estante, y de izquierda a derecha cada sección de los mismos. Saca los libros que su título le atrae: ojea rápidamente sus prólogos y una que otra página. Los que encuentra interesantes los va poniendo en el piso uno sobre otro. Pasa el tiempo... Porfirio está agotado con tantas frases e ideas en su cabeza. Por fin acaba.
—¿Toda esa cantidad de libros escogí?... —Se sienta en el piso y, deshecho, mira los libros apilados que completan seis columnas; cada una contiene alrededor de cincuenta obras literarias.
—¡Uy, no! Nunca pensé que esto fuera tan agobiante.
Con desespero trata de encontrar algo que lo oriente para elegir el libro que va a leer primero. Los toma al azar, más que el título busca una carátula que lo impresione. Su frustración hace que arroje al piso algunos libros...
—¡No, señor... Por favor, no trates de esa forma a mis joyas! Te pido que los ubiques en su lugar... Pese a tu mal comportamiento te vamos a dar la oportunidad de leer solo tres libros, y yo los voy a escoger. Tan pronto como tengas todo en orden, te los entregaré —la bibliotecaria, que salió de la nada, ha sido muy clara.
Porfirio avergonzado por su error organiza los estantes. Se escucha un estruendo y emergen del piso de mármol todos los estantes de la biblioteca. La anciana camina y elige de diferentes estantes las obras literarias. Invita a Porfirio a una oficina que está ubicada al fondo del pasillo. Cuando llegan, ella pone los tres libros sobre el escritorio.
Porfirio no puede creer lo que ve..., y discrepa en silencio:
—¿“La Paella, el plato más complejo de preparar”?..., ¿“El puente de la concordia”?..., y ¿“El edificio más alto del mundo”? ¿Qué le pasa a esta señora? ¡Está completamente loca!...
—No estoy loca, más bien tú estás muy desorientado. El típico síndrome de la vida moderna: todo prefabricado, todo a la mano, dinero en un segundo no importa a quien embauques, ¡un clic y listo!...
La anciana recoge los libros y continúa diciendo:
—Fue un gusto, en un momento serás llevado de nuevo a tu casa. —Se aleja y regresa cada obra literaria a su estante. Porfirio observa detalladamente en qué lugar la mujer deja cada libro.
Después que ella se marcha corre y los recupera, luego se sienta en el escritorio y comienza a leer. Su deseo por entender la razón por la cual la bibliotecaria escogió esos tres libros, lo sumerge en una total interacción con los textos y una profunda introspección. Pasan las horas y allí esta Porfirio concentrado en su lectura, solo se ha parado una vez de su puesto y ha sido para buscar un diccionario. Entonces, piensa:
—Nunca imaginé que la preparación de la paella fuera tan interesante: ¡qué técnica tan precisa para que el socarrat quede perfecto! Hay que estar muy pendiente a cualquier cambio y controlar el fuego para lograr el punto adecuado. Además, solo con una paellera de hierro se logra el efecto deseado. ¡Increíble!...
Los ojos de Porfirio se quedan estáticos mirando a la nada... Después de unos segundos reacciona y sigue pensando:
—El puente de la concordia: la imaginación y la realidad; lo imposible y lo realizable; lo engañoso y lo cierto. Siempre en oposición y contradicción el uno del otro. ¡Bendito puente que logró lo inalcanzable!... Justo convenio entre las partes: ¡unión entre dos extremos!... Cuan necio he sido al despreciar estos libros, ahora entiendo la intensión de la bibliotecaria: la paella es mi proyecto de vida, debo atravesar el puente de la concordia para unir mis sueños con mis futuros proyectos, y el edificio más alto del mundo...
—¿Ya terminaste de leer los libros?... —Otra vez la anciana con su habitual aparición de la nada.
—Sí, señora... Le pido por favor disculpe mi torpeza. Nunca imaginé encontrar en ellos tanta riqueza. ¡Gracias!... —habla el renovado Porfirio.
—Me alegra que hayas aprovechado tu visita. Ya es hora que regreses a casa: te deseo éxito en tu vida.
De nuevo, el haz de luz irrumpe en el escenario y se posa en el pecho de Porfirio. Comienza su viaje de regreso a través del profundo túnel. Y ahí está, Porfirio en la sala de su casa... De inmediato, se levanta y sale a la calle.
Paso a paso por la acera, Porfirio parece que nunca hubiera hecho ese recorrido. Observa las fachadas de las edificaciones como si fuera la primera vez que se encuentra con ellas; bien sabiendo que ha habitado en el mismo vecindario durante toda su vida.
Al llegar a la calle principal, las vitrinas de los almacenes atraen su curiosidad. Camina despacio, su cerebro procesa toda la información visual con un sentido más crítico que antes. A Porfirio le causa gracia una joven que, dos locales más adelante, contempla la ventana de un restaurante. Se acerca a ella, poco a poco percibe el agradable aroma de su juvenil perfume y la simpatía de su persona.
—Es hermosa —él piensa.
Entonces, Porfirio dirige su mirada a la ventana queriendo saber qué hay de interesante en ella. Y ¡vaya, qué sorpresa!: observa una enorme y apetitosa paella. Espontáneamente salen de su ser estas palabras:
—¡El caramelizado del socarrat es casi perfecto!...
—Tal vez el chef se pasó un poquito con la grasa en el sofrito —comenta ella, y prosigue diciendo—: pero ya quisiera que mi paella quedara como ésta.
—Puede ser que no estás controlando adecuadamente el fuego —opina Porfirio.
—¿Tú me enseñarías?... Se nota que sabes bastante sobre el tema —con simpatía la joven pregunta.
—Te soy sincero, he leído y me apasiona su preparación, pero ¿me puedes creer que aún no preparo mi primera paella?
—¡Más interesante!, así aprenderemos el uno del otro —ella afirma.
Juntos ríen... sus ojos se encuentran por primera vez y se gustan; sus corazones laten al unísono y así lo harán por el resto de sus vidas.
Del encuentro casual de dos jóvenes se deriva una magnífica historia: Porfirio encuentra la verdadera vocación de su existencia, la gastronomía; y los dos, gracias al mutuo apoyo e inspiración se convierten en prestigiosos chefs.
En la inauguración de su segundo restaurante Porfirio le dice a su amada:
—Hermosa, podremos llegar a tener solo dos..., o tres, quizás diez o veinte restaurantes, lo que Dios quiera, pero de lo que sí estoy seguro es que nuestro amor siempre será “El edificio más alto del mundo”.